Probióticos: aliados de nuestra inmunidad
El cuerpo humano consta de millones de células, sin embargo nuestro “microbioma”, es decir las bacterias que viven en nuestro organismo, son muchísimas más, ya que son más de 500 especies diferentes de bacterias, totalizando alrededor de 100 trillones de células. Por esta razón no es difícil de entender que exista una estrecha interrelación entre el funcionamiento de nuestro organismo y la composición de nuestro microbioma.
Estas bacterias empiezan a “colonizar” el sistema digestivo desde el embarazo, a través del líquido amniótico. El microbioma de la placenta también es fundamental para el buen desarrollo del feto.
El “mejor” microbioma posible lo adquieren bebés nacidos por parto vaginal y que son alimentados con lactancia materna exclusiva. El nacer por cesárea implica que el recién nacido no se contacta con el canal de parto y no recibe por lo tanto bacterias importantes en la colonización de su intestino, lo que se puede suplir parcialmente si el niño es alimentado con leche materna. Si el niño nacido por cesárea es además alimentado con fórmulas infantiles en vez de leche materna, su microbioma se compone de otro tipo de bacterias, menos favorable.
Un probiótico es “un organismo vivo que, cuando es administrado en una cantidad adecuada, confiere un efecto benéfico al huésped”, en este caso al niño o niña que lo recibe. Además debemos saber exactamente qué cepa (nombre) de probiótico estamos administrando ya que la evidencia es muy clara en relación a que no todas las cepas tienen los mismos efectos ni sirven para lo mismo.
Los probióticos más estudiados en relación con sus beneficios en humanos son Lactobacilos y Bifidobacterias. De las múltiples especies de bifidobacterias que colonizan el organismo humano, la cepa Bb12 de bifidobacterium animalis ssp lactis, también llamado b lactis, ha mostrado eficacia en la prevención de diarrea en menores de 8 meses, y también ayudaría a que el cuadro dure menos días.
Esta bacteria (b lactis) es estable y mas resistente que otras a altas temperaturas, a pH ácido, como el del estómago, y a secreción biliar, lo que hace que pueda ser agregada en productos alimenticios, o ingerirse en forma de gotas, logrando además no producir un sabor alterado al ser ingerida. Posee además una alta capacidad de adherencia a la pared interna del intestino (mucosa intestinal), incluso en presencia de diarrea por rotavirus, lo que la hace un buen aliado en el manejo de esta infección. Se ha probado su capacidad de inhibir el crecimiento de algunos patógenos intestinales, así como también se ha probado que potencia el efecto de barrera intestinal.
En algunos estudios se demostró que niños alimentados con fórmula, a los que se les administró el probiótico (B lactis) via oral, presentaron niveles de anticuerpos de tipo IgA comparables a aquellos de niños alimentados con leche materna exclusiva.
Si un niño tiene factores que hagan sospechar que podría desarrollar una microbiota alterada, o menos favorable, una buena alternativa es administrar estos probióticos por via oral, para contrarrestar esto y lograr así potenciar la inmunidad, menor riesgo de infecciones, y buen desarrollo del niño.
Dra. Macarena Derado Becker
Pediatra - Nutriologa Infantojuvenil
Universidad de Chile
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